miércoles, 11 de enero de 2017

JULIO DEL PINO PERALES [19.839]


Julio del Pino Perales 

(Madrid, 1990), trabaja y estudia Filología Hispánica en Zaragoza. Autor del poemario Carne & asfalto (Sevilla, La isla de Siltolá, 2015) y estudioso de la obra poética de Fernando Ferreró, de quien acaba de realizar sus obras completas, en imprenta.



Carne & Asfalto
Ediciones de La Isla de Siltolá
Colección TIERRA, nº 53 (Poesía)
Sevilla, julio 2015.


APUNTES PARA NUEVAS CORRESPONDENCIAS VOCÁLICAS

A negra, E negra, I negra, U negra, O negra;
sobre fondo blanco.

Times New Roman
12 puntos
interlineado simple.

    

MILLENNIALS

Entró en crisis
la palabra crisis.
Discursos
que la (H)istoria ya no sabe pronunciar.

(Suave es la noche con su
“¡Lo lo lo looo lo lo looo!” 
en dialecto orangután)

El dedo de mi abuelo
se recuerda, en recuerdos de mi madre,
señalándome de niño
y subrayando una sentencia:
«nosotros vivimos una guerra
y fuimos de peor a mejor,
pero estos…
estos que se preparen».

Y yo sin prestar atención,
jugando con mis dos años
esparcidos por el suelo.

Y mientras la prensucha se contenta
con llamarnos millennials
con aires de sociólogo de suplemento dominical,
y dice que no nos gustan los bancos,
ni las hipotecas,
ni pagar con dinero físico,
ni la política,
tratamos de no volvernos locos
entre Telecinco y la MTV,
entre el gym y el ñam [esto no es mío],
entre el peta y el destornillador,
entre las teclas de un iPhone,
entre hacerse un selfie o ser un fashion victim,
un ni-ni o un [introducir término que nadie ha tenido huevos a inventar].

Somos más tontos
de lo que pensáis,
pero, ¡hombres de poca fe!,
aún os tendréis que esforzar más. 

Aquí tenéis a vuestros hijos,
borrachos de autocomplacencia,
rescatando entre la farra y la farlopa
indicios de algún origen.

Aquí tenéis a vuestros huérfanos,
rescatando a plazos,
y con intereses,
su propia tradición;
que nada debemos a la copla,
al tapeo o al paro,
y todo
al Banco Santander.


*


La cama ha cerrado su párpado.
Algo más
que la suma de nuestros cuerpos.

No sé ya dónde termina una carne
y empieza la otra. Mete tu cabeza
en mi pecho
y péiname el corazón
con los dientes.

Oigo a las voces del sueño
deshaciendo la mecánica del tiempo.

               

A MI HERMANO

¿Te acuerdas cuando
eras pequeño y te mordía
los brazos esos rechonchos que tenías?
Ibas siempre marcado de mordiscos
y mamá me echaba la bronca.
¿Te acuerdas cuando
había mil formas de irse a dormir?
En saco, en tren,
sobre los hombros, a rastras…
pero siempre con el lema de «agua, pis y a la cama».
¿Te acuerdas cuando
tú querías ser bombero
y yo arquitecto?
Cambié los Lego
por las teclas de una Underwood
y tú los cambiaste
por pinceles y un black book.

¿Te acuerdas cuando
el úrbega nos salvaba las partidas
y nos volvíamos locos por robarle
al tá-tara-tá-ta
los huevos de dragón?
Cuando recorríamos la Gran Muralla china,
a toda pastilla sobre un tigre,
o la ruta 66 sobre una chopper,
sin levantar el dedo del cuadrado.

¿Te acuerdas cuando
te abriste la barbilla
con aquella bici sin frenos?
De los dos tú eras el pupas
y siempre te caían todas las broncas, macho.
Y los regalos de los reyes
descreyendo en Papá Noel.
Y los fines de semana
en las mismas playas de Castelldefels,
y luego helado en la Jijonenca
(nunca eran iguales que las copas de la carta).
¿Te acuerdas de los cromos de Pokemon
y los tazos gordos de los Digimon?

De la tertulia nocturna
de los vecinos de Pliego
y las siestas obligadas en Baeza.

¿Te acuerdas de los carnavales
en San Andreu?
Tú de demonio y yo de cowboy,
yo de príncipe persa y tú de príncipe azul.
De las normas del carnastoltas
y los premios del cagatió.
Del sitio secreto
(que para nada fue secreto),
de hacernos tiritas
con los tallos abiertos
de los dientes de león.

De las películas Disney
en casa de los abuelos de Madrid
y el olor por la mañana
de la leche con galletas
(los trozos todavía crujientes, los mejores).

Del frenazo de camión,
y del dinero que le sacabas
a la ‘cabina del teléfono’.
De ponerles caras a los otros conductores
hasta que el del coche rojo se cabreó de verdad.
De la sonámbula meada
que echaste en el pasillo.

Del olor a mudanza
y a tarima flotante
y de fondo los Red Hot Chili Peppers,
o Nirvana, o Linkin Park.
De tu melena quinceañera
y el abuelo y su «¡ha te pelah!»,
de tus graffiti y mis pelis de terror,
de los veranos por el Camino de la Estación
y la mansión abandonada de 1902.

De tu edad del pavo, en fin,
y la mía
(que llegó más tarde).

De papá y sus purés de patata de emergencia,
y sus «¿comemos en el chino?»,
y sus ídolos
(el general Custer y… ¡Cyrano de Bergerac!).
Y del hiunday cupé de mamá
y de lo manitas que es la jodía para todo.

Y quién diría que terminaríamos
en la ciudad en la que parábamos
sólo de paso
en los viajes de verano
para darles pan duro
a las palomas del Pilar.

Y quién nos diría
que la vida iba en serio
(como dijo el fiera de Gil de Biedma).

Y quién diría 
que terminaríamos siendo los hombres
que somos hoy,
que seremos mañana.

Y quién me hubiera dicho
que para esto, todo esto,
que ha sido nuestra infancia y adolescencia,
contaría con el mejor hermano
que jamás hubiera podido imaginar.

Te quiero, Rubén.



BITÁCORA DE UN PSICONAUTA (CONDENSACIÓN)

Una noche fungináutica
me vino el origen
como por error.

(La) origen:
tiene el rostro de una 
Madre.

 __________  

COPLAS EN SU PATIO ANDALUZ

Nací demasiado tarde
para oír cantar a mi abuela
coplas en su patio andaluz.

Pero las cocinas. Fermento
de conversaciones que hacen
la vida.

             (de Origen & olvido, inédito)



ADOLESCENCIA

No reparé, hasta que me dijiste,
en un período sin fotografiar.

Al hombre que me sabes
lo fundó un niño

que reía, entre bostezos,
la longitud de un verano
con pronta fecha de caducidad.

         (de Origen & olvido, inédito)




LABORAL

Aparta de mí el canto
euclidiano a la geometría 
de la luz.

Yo trabajo en las cocinas
donde cuecen el cáncer
que dais de comer
a vuestros hijos.

Ahí la poesía.

Lo demás no es más
que literatura.

      (de Origen & olvido, inédito)



Inéditos:

OFICIO

Me convergen
circunstancias,
contratiempos
me salen al paso.
Me descubro
malabar fallido
de signos y verbos
que nada saben
de la inquietud.



Promesas

Nos vendieron
la piel del futuro
antes de cazarlo.
Otros tiempos gritan
su advertencia inútilmente,
ahogada por políticas
de olvido y distracción.



Autorretrato

El chico que siempre gustaba
a la madre y nunca a la hija
cuando, en verdad, quien
me gustaba era el hijo,
o el padre.



Invierno

Siempre guardo
el recuerdo de oírte
decir que mi olor
es como leña quemada
en las calles de un pueblo
en invierno.



¿Para qué tanto?

¿Para qué tantas marcas de leche,
tantas marcas de coches, de ropa,
de bragas, tabaco, yogures y arroz?
¿Para qué tantas marcas?
¿Para qué tantas?
¿Para qué tantos móviles, y tantas
pantallas y tablets, y tantos canales de televisión,
y tantas noticias?
¿Para qué tantas noticias?
¿Para qué tantas?
¿Y para qué tantos partidos, y tantos
discursos y programas y promesas y tantos
votos y tanta democracia?
¿Para qué tanta democracia?
¿Para qué tanta?
¿Para qué tanta geografía y tanto
mapa al pastel, y tanto cabo y tanta
cumbre y continente, y tanto golfo y avaricia
disfrazada de guerra?
¿Para qué tanta guerra?
¿Para qué tanta?
¿Y para qué tantos bares, y tantas
copas y tantas risas y tantos
planes fáciles y en tantas noches de fiesta?
¿Para qué tanta fiesta?
¿Para qué tanta?
¿Para qué tantos y tan abiertos coños jóvenes
y tantas pollas babeantes, y tantos
y tan furtivos y quijotescos polvos?
¿Para qué tantos polvos?
¿Para qué tantos?
¿Y para qué tanto día internacional, del niño,
del padre, la madre, el obrero, la abuela, el pico,
la pala, mis huevos, día internacional de la polla?
¿Para qué tantos días?
¿Para qué tantos?
¿Para qué tantos quejidos, y tantos berridos,
gruñidos, gemidos, bramidos, graznidos,
y tantos ladridos?
¿Para qué tantos ladridos?
¿Para qué tantos?
¿Para qué tanto cumplir años y parir tantos niños, y tantas
bodas, y divorcios, y separaciones de bienes?
¿Para qué tantas separaciones de bienes?
¿Para qué tantas?
¿Para qué tantos reclamos sociales, y tantas
solicitudes de amistad, y te llamo y no lo coges
y hace mucho que no te veo, y te veo y te cuento?
¿Para qué tanta urgencia?
¿Para qué tanta?
¿Y para qué tanta agonía, y tanto querer hacer y tanto
hay que hacer, y tanta exigencia, y a tanto no llego y
he fallado y qué frustrante?
¿Para qué tanta tarea?
¿Para qué tanta?
¿Para qué tanto prejuicio y tanto hombro sobre
el que mirar, y tanto saludo incómodo
y tanta hipocresía, y tanto y tanta gilipollas?
¿Para qué tantos gilipollas?
¿Y tantas gilipollas?
¿Y tantos gilipollas?
¿Para qué tantos?
¿Para qué tanto futuro y tanta nostalgia
de lo que no habrá de ser más nuestro?
¿Para qué tanta nostalgia?
¿Para qué tanta?
¿Para qué tanto de todo, si todos acabamos
acostados en el fin de la noche sobre una cama
de fríos principios, exprimiéndonos el alma el puño
de un vacío que aúlla como un ángel desesperadamente inmortal?
¿Para qué tanto, si los astros allí en lo alto, impasibles
a nuestra loca e insectoide algarabía, son burlados por el sol
en su oronda y narcisista y pasiva inercia elipsoidal?
¿Para qué, si pese a todo nos dormimos y soñando
distraídos con cualquier inútil surrealismo que en nada resuelve
el gran misterio que nos tiene cogidos por los huevos de la existencia?



Paja mental

Vicio solitario
que al último asalto
de la noche se vence,
allí donde las conciencias,
si llegan, reculan aterradas
sin alzar demasiado la voz.



Moncófar II

Le hice el amor
al mar. Se lo hice.
Me trajo, con
el viento de los siglos,
palabras que sólo
las olas podrían remontar.



Rubedo VI

Descubrir en tu saberme
contigo la escalante
certeza de quien soy.
Somos más nosotros
de lo que fuésemos
el uno y/o el otro.



Rubedo VIII


Ya no quiero sino
ser contigo
fuente de origen,
memoria en el tiempo
y pasto de olvido.



Verano

Se agosta la tierra
con sabor a sol
a medio punto.
Las anécdotas sestean
sus ingrávidas razones.
La edad desarticulando
la quimera vacacional.





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